Saturday, November 17, 2012

Tuesday, November 06, 2012

Rata

Íbamos en una barca. Hacía frío, iba cobijado, tanto que me costaba trabajo moverme. Cuando apareció la rata no pude moverme a tiempo, me mordió la nariz. En mi sueño de anoche. 

Sunday, October 28, 2012

...

Que el lector no entienda nada, no a la primera, ¡no a la segunda!, que uno se oponga al lenguaje sensacionalista y periodístico, que se problematice la escritura, que sea el esfuerzo sin recompensa, la lectura, y que se privilegie el pensamiento complejo. Que no sea inofensiva, la escritura. Que moleste. Que mine. No ser escritores de la época, anotó en Blogger. 

Wednesday, September 26, 2012

Fragmento de conversación

Son pasadas las diez de la noche. Oficinistas saliendo del trabajo. Creo que no son amigos pero que tienen tiempo de conocerse y que les gustaría ser amigos. Visten bien. Se ven cansados. Me pregunto si apenas están saliendo de la oficina.

-¿Y ya te compraste los de Dan Brown?
-Fui al Sanborns a preguntar cuánto costaban. Quiero comprar el de El código Da Vinci, me dijiste que es el primero, ¿no?
-No, el de Ángeles...
-¿Cuál?
-Ángeles y demonios.
-Ah sí. Y había algo de una fortaleza, ¿no?
-...
-¿O eso ya es otra cosa?
-Sí, es otra cosa. La fortaleza digital.
-Pues fui a preguntar y quiero ver para ver si están más baratos en otro lado. Pero ¿a poco sí te da tiempo para leer? ¿Estás leyendo algo?
-Sí ahora estoy leyendo a un... Stieg. Stieg algo.
-...
-Pero sí, o sea leo en el transporte.
-Pero sí duermes tus siete ocho horas, ¿no?
-Sí, sí.
-...
-...

Hypnos



Hegel, quien señaló que el hombre moderno en lugar de rezar una jaculatoria por las mañanas, leía el periódico. No es mi caso. Tiendo a enterarme de los acontecimientos por cascada, descubro que es así como me entero sólo de lo realmente importante. Probablemente esté equivocado, quizá la modernidad no es para mí. Por las mañanas lo que hago, en cambio, es leer algún pequeño relato o algún fragmento de un libro de paso. Agoté así los diarios del joven Pessoa y he avanzado morosamente con los Pensamientos de Pascal. Hoy tomé lo que tenía a la mano, los Sueños de Walser, después de levantarme y antes de bañarme, para leer "Fiesta en el bosque" que inicia con el narrador explicando por qué prefiere no leer un libro de un autor que, se sabía, disfrutaba, y que prácticamente depositan en sus manos: "'Pero también quiero disfrutar del domingo', dije, y me marché. Mientras caminaba, derribaba auténticos palacios de proyectos creativos, que se desplomaban sin ruido. Ese tipo de catástrofes acontecen en silencio". Más tarde describe la fiesta que se celebra en un bosque que le da nombre al relato y da cuenta de un joven que pasea solitariamente: "No muy lejos [de él] se besaba una pareja. Ellos eran más inteligentes. Porque ser feliz es lo más inteligente del mundo. No rechazar las pequeñas alegrías. Mantenerse sano y amar". Claro que uno no puede ignorar en este caso que Walser también pasea solitariamente por el bosque. Que fue Walser quien pasó el final de su vida en un sanatorio, solitariamente, ocasionalmente permitiéndose dar largos paseos en el bosque. Que Walser fue así, sospecho, feliz. Ah, las alegrías de invierno. Las aprecio más cuando estoy enfermo. Ahora mismo estoy resfriado. La condición me permite pasar más tiempo del debido, o precisamente el debido, en cama, con libros a la mano. Anoche, después de terminar A Naked Singularity de Sergio de la Pava, que recomiendo ampliamente, decidí leer Hypnos, el breve relato de Lovecraft que tanto alabó Loveman, quizá con la esperanza de que influyera en mi sueño (la noche anterior ANS logró que durante mis sueños me creyera Wilfred Benítez). Pero no, no pasó nada. No recuerdo, de hecho, si soñé. Y con esta línea me despido. 

Monday, September 03, 2012

Método ideal

"Si contemplamos la imagen del mundo en el espejo del periódico, el progreso resulta ser el método ideal para comunicar los unos a los otros, por la vía más rápida, todos los atrasos que pululan en el ancho mundo", reflexionó Karl Kraus para su artículo "El progreso", publicado en Die Fackel, el 22 de marzo de 1909. Lo vengo leyendo en el Metrobús cuando escucho a un hombre informar por teléfono celular que la enfermedad es progresiva, es decir, degenerativa, es decir, con el tiempo irán empeorando los síntomas y entonces decido poner mi atención en otra cosa pues no quiero seguir escuchando su conversación, que es privada, y volteo y veo que un grupo de especialistas en la "interrupción del embarazo" se anuncia en el vehículo sobre el cual me transporto y me pregunto si con "interrupción del embarazo" no querrán decir, en realidad, "especialistas en aborto", pues hasta donde sé los embarazos interrumpidos no pueden reanudarse así que más bien se refieren a otra cosa, pero entiendo que no quieran decir "aborto" pues la palabrita tiene su peso (especialmente, desliza la idea de que la muerte existe). "Alcanza tus metas", dice el anuncio también (en el entendido de que un embarazo las impide, cosa que por alguna razón deciden omitir). No me gusta la publicidad.

Monday, August 13, 2012

Friday, July 27, 2012

Poulé!

Hace cerca de un mes, si recuerdo bien, publiqué este texto en el semanario Frente. Lo cuelgo acá por el puro gusto.

«¿Soy pulpo?», gemía Burroughs, «al tiempo que se iba abriendo paso a través de océanos de páginas dactilografiadas, con todos los tentáculos agitándose en la atmósfera submarina», de acuerdo con Boris Gysin. Lo cito del catálogo de la exposición Poulé! (literalmente, “¡Gallina!”, si bien fonéticamente evoca el grito que realizan quienes practican el tiro al plato), curada por Michel Blancsubé y que continuará exhibiéndose hasta el próximo 14 de septiembre de 2012, en la Colección Jumex.
La cita de Burroughs preguntándose si es o no un pulpo (no lo era) es una bella imagen sobre las problemáticas que supuso el trabajo de composición de El almuerzo desnudo, su novela fragmentaria de 1959, originalmente pronunciada, según Gysin, «alrededor de la recámara herméticamente cerrada» donde «flotaban manuscritos de El almuerzo desnudo de todas edades y condiciones». La cita, a su vez, fue tomada por Blancsubé de una cita realizada en otro catálogo, a saber, el de la exposición Poésure et Peintrie, en el Museo de Marsella, de 1993. No es la única cita que Blancsubé reproduce, también retoma fragmentos previamente citados por Luis Felipe Ortega (de su Seminario de Investigación sobre la Universidad Desconocida, departamento de Humanidades, Informe para una academia, una coedición de LAST y la Galería Désiré Saint-Phalle, como puede leerse en las citas a pie de “Poule!”, en la página 11 del catálogo).
Estas digresiones y apropiaciones, realizadas aparentemente sin ton ni son (passer du coq à l'âne, es la frase hecha francesa) son precisamente las que le dan sentido al formato del catálogo. Lo apuntó Óscar Benassini el pasado 21 de abril (durante la presentación del catálogo, en conversación con Blancusbé, Fernando Espinosa, Patrick Charpenel y Santiago Borja, en el marco de la pasada Zona Maco), este catálogo no es un catálogo, al menos no como se les conocen normalmente; es, de hecho, “la exposición curada por Blancsubé reordenada para crear una revista”. En efecto, el catálogo viene presentado como un legajo de páginas que, al parecer, podría publicarse periódicamente; es decir, parece una revista -que evoca en su diseño, no casualmente, a Life. Tiene, de acuerdo a sus páginas legales, un tiraje de 2,000 ejemplares y una serie de textos –en castellano e inglés- a cargo del propio Blancsubé, pero también de Dan Graham, Daniel Guzmán, Franck Leibovici, Guillermo Santamarina, Gilles A. Tiberghien y Patrick Charpenel, quien en su “Ir del gallo al asno” explica que el modo en que la exposición Poulé! fue compuesta (a través de una serie de asociaciones formales), recuerda «las formas semi-azarosas con que se crea una revista o un periódico: a pesar de tener una estructura fija, los contenidos editoriales se definen en función de las novedades y temas de interés».
Obviamente, la exposición Poulé! es la que brinda los contenidos de la publicación, pero ello no impide que en la portada de la revista-catálogo se enumeren los “temas” del “número”, a saber
anónimos, calamares, cigarros, desaparecidos, famosos, fotografía, fugas, moda… El contenido de la publicación (que, debe decirse, como catálogo no funciona, lo cual no es necesariamente una crítica –es decir, no es un libro que meramente registre una exposición; al contrario, este libro, que parece una revista, invita más bien a ser leído y hojeado pausadamente, en fin, como se leen las revistas; pero, a la vez, es una publicación tan bien cuidada que uno teme darle el trato que se les da a revistas periódicas –pues, caray, finalmente es el catálogo de la exposición; es una tensión curiosa y bien lograda), el contenido, decía, no sólo son reproducciones de las obras que se presentaron en la exposición, sino textos que reflexionan sobre la misma naturaleza del catálogo-revista, textos sobre arte contemporáneo (“Rock mi religión” de Dan Graham), así como ilustraciones de François Olislaeger o el cómic “The Inky Depths” de Jim Shaw, que retoma el tópico del tentáculo y la meta-referencia. Nunca antes había leído de cabo a rabo el catálogo de una exposición. Pero esto no es un catálogo. Es, o sería, una excelente publicación, dado el caso. En fin: que todo esto es muy interesante.

Poulé!, 20 de abril de 2012, Fundación/Colección Jumex, México

Wednesday, July 18, 2012

El vaquero enaltecido

El pasado 22 de junio se inauguró una exposición en la galería Divus (Praga) a propósito del Libro Vaquero titulada The Good, The Bad & The Sexy, curada por mi estimada amiga Marisol Rodríguez, a quien pueden seguir acá.






Marisol tuvo a bien pedirme un texto en torno al LV con ocasión de esto.




Por el puro gusto, lo comparto a continuación (es un poco extenso).


***


     
El vaquero enaltecido

Algunas veces permitirás que el dinero interfiera
con tus nociones sobre lo correcto.
Charles Portis, True Grit

La historieta del Libro vaquero, hoy una marca propiedad de HeVi editores, ha sido reconocida principalmente por el alto tiraje que posee y la historia de “éxito editorial” que representa en México. Actualmente vive, debe decirse, de glorias pasadas, cuando además de este título se publicaba en tándem El libro semanal, Frontera violenta, Novela policíaca, Policíaco de color, Joyas de la literatura (que aunque llegó a adaptar el Decamerón y clásicos shakesperianos, principalmente adaptó novelas decimonónicas) y Hombres y héroes.
            Se conoce la cifra: semanalmente, circulan alrededor de 400 mil ejemplares en la República. Un número admirable incluso cuando se le compara con el tiraje de su mejor momento: durante la década de 1980 alcanzó a tirar 1.5 millones de ejemplares semanalmente. El formato (un libro de bolsillo de 13 por 15.5 centímetros, coloreado en computadora, producido a maquila) tuvo tal éxito que pronto aparecieron imitaciones como Hazañas vaqueras, Joe Treviño, El libro del oeste, La ley del oeste justiciero y las sobrevivientes La ley del revólver, El solitario y El pistolero, sin contar, por supuesto, la ingente cantidad de títulos pornográficos y “sensacionales” que finalmente saturaron el mercado en la década de 1990 (hoy, por cada título de El libro vaquero, los puestos de periódicos exhiben otros quince de formato similar, pornográficos).
            La saturación ha llegado a tal grado que por “libro vaquero” el público en general entiende que se habla de historietas sensacionalistas, violentas y pornográficas. “La penetración” (es el término utilizado) que tiene el formato en el lector mexicano de a pie es bien conocida (pueden consultarse cifras en hevi.mx). Tanto así, que el gobierno mexicano ha comprado el servicio de publicaciones a la medida a través de los cuales ha publicado guías para el emigrante (una incitación a la migración, de acuerdo a los Estados Unidos de América), apologías de proyectos de PEMEX como la cuenca petrolera del complejo Chicontepec, en Veracruz o El vaquero de Sonora, la “verdadera historia” del empresario y político priísta Alfonso Elías… Una aclaración al respecto es necesaria. El libro vaquero es una publicación independiente de los servicios editoriales que ofrece la casa editorial que lo pone en circulación, y está lejos de ser un producto pornográfico. No por ello, empero, deberíamos caer en el oxímoron de llamarlo un “clásico popular”, como algunos entusiastas lo han llamado: es claro que es un producto comercial, marcado por su mercado. Aunque podemos admirar la estética de sus llamativas portadas, que beben del ethos de las viejas revistas pulp norteamericanas, debe decirse que la intrínseca relación que tiene este tipo de historieta con el mercado es congruente con la historia del género al que pertenece, el western. Este género popular, como la mayoría de los subgéneros, ha encontrado en sus constricciones y bien establecidas normas un campo para el despliegue de la producción creativa, alcanzando cimas en la obra literaria, por ejemplo, de Cormac McCarthy, Charles Portis y bastante de lo que en México se conoce como la “novela de la revolución”, desde las obras de Martín Luis Guzmán, pasando por Cartucho de Nellie Compobello, el Pedro Páramo de Juan Rulfo o ciertas obras de Daniel Sada. Obras, en suma, que han poblado yermos páramos violentos con una atención al lenguaje inusitada y compleja, así como, en algunos casos, un humor desternillante.
            Sería, empero, faltar a la realidad llamar al Libro vaquero una cima de la literatura. Pero ello no supone que no debamos prestarle la atención debida.
            Aquí el argumento de Éxodo de pistoleros, el número 1525 (año xxxii) del Libro vaquero: Samantha Lissner, una prostituta que ha alcanzado cierto nivel social a través de dinero ahorrado, contrata a una serie de pistoleros para cazar al bandolero Paul “Epitafio” Cody. Los pistoleros contratados, a lo largo del relato, se eliminan entre sí a través de una serie de demostraciones de bravuconadas y ambiciones desmedidas. Cody, en cambio, se ha reformado. Ha visto suficiente sangre. La última persona a quien asesinó fue al hijo más joven de Lissner, mientras éste intentaba vengar a su hermano quien, claro, también había muerto, tiempo atrás, bajo el revólver de Cody. En el pequeño pueblo al que el pistolero reformado se ha retirado se enamora de Jenny Dumas. Atención: el enamoramiento entre ambos personajes ocurre cuando Cody descubre que el hermano de Jenny, Ralph, la golpea. Ahora bien: es el hermano de Jenny quien finalmente entrega a Paul ante Lissner. En el ínter, Ralph asesina a su hermana. Cody mata, consecuentemente, a Ralph. Finalmente, Lissner y Cody se matan entre sí. De tal forma, como si fuera una tragedia griega, al final del relato de apenas 96 páginas, todos los personajes han muerto.
            Esto, claro, es lo que se conoce como un melodrama. Un género que ha sido explotado hasta el cansancio en el producto popular más importante (por su presencia mediática), en México: las telenovelas que, hasta el día de hoy, han sido transmitidas por Televisa y TvAzteca, las únicas televisoras de México. Sus productos constantemente reseñados por el proyecto editorial más relevante (de nuevo, por su alcance) de México: TVyNovelas.
            Un melodrama, en la Grecia antigua, era una pieza dramática acompañada por música. Es decir: una obra en la que los aspectos patéticos (de πάθος, pasión) eran enaltecidos por un elemento externo a la narración. ¿Cuáles son las pasiones que generalmente son enaltecidas en un melodrama? Las tristes: avaricia, lujuria, venganza, rencor… Así, en el caso particular de Éxodo de pistoleros, una historia de amor zanjada por una historia de venganza se ve enaltecida por el género particular en el cual se ha visto enmarcada: el western.
            ¿Es el western el subgénero más pobre en el horizonte de subgéneros? No nos apuremos a afirmarlo, la salud de un subgénero a menudo está acompañada por las sopresas que ofrece cuando hemos decidido pasarlos por alto. La novela negra y de detectives ha sido celebrada en gran parte por el despliegue de juegos lógicos que algunos de sus autores alcanzaron, así como por la elasticidad que tuvo el género ante una serie de reformadores: de las crestas que representaron Poe, Chesterton, Agatha Christie o Arthur Conand Doyle, el género se mudó, saludablemente, hacia la novela hard boiled emprendida por Raymond Chandler, Cornell Woolrich, Dashiell Hammet o Erle Santley, amén de sus múltiples adaptaciones en medios masivos (por no hablar de las cimas literarias del siglo xx que retomaron algunos de sus tópicos, como las novelas de Samuel Beckett, o el tratamiento que autores contemporáneos como David Markson o John Banville hicieron del género).
            Puede dibujarse de la novela de crimen una rama que proviene de la novela de gótica y de la rica literatura fantástica para llegar al relato de terror extraño (en el que Poe también tuvo un lugar seminal, así como H.P Lovefract, Machen o Blackwood).
            No hablemos, en fin, de la ficción prospectiva o de ciencia ficción, quizá el lugar más fértil para la literatura utópica (como lo muestra incluso la narrativa rusa contemporánea) que, a la fecha, continúa dominando el ideario popular a través de distintos medios masivos.
            Pocos subgéneros han sido tan tautológicamente definidos como el western. Esencialmente, se trata de una historia relatada en el oeste. Con mayor precisión, en el viejo oeste, es decir, en un periodo de tiempo que abarca, aproximadamente, desde la Guerra Civil norteamericana hasta los albores del siglo xx. La definición también supone un marco geográfico, a saber, desde el oeste del río Misisipi hasta el norte del Río grande. El género fue popularizado por el cine norteamericano (en obras de realizadores como John Ford, Howard Hawks o Sam Peckinpah) que prácticamente nació con él. Como es bien sabido, Asalto y robo de un tren, de 1903, fue el primer filme en América que presentó un arco narrativo, lo cual no deja de ser significativo pues supone, para decirlo pronto, el nacimiento de una identidad nacional, marcada por la confianza en el progreso, el individualismo y la salvación a través del trabajo.
            Por supuesto, el género ya existía antes de que fuera masivamente popularizado por el cine, como una especie de obra literaria testimonial que explotaba “leyendas vivientes” (figuras como Búfalo Bill Cody, por ejemplo) pero también en obras como la de James Fenimore Cooper (admirado, a su vez, por otro escritor que también fue decisivo para la novela decimonónica, Balzac). La pericia de Fenimore Cooper consistió principalmente en alterar los escenarios de las novelas europeas de la época para colocarlos en escenarios americanos. Cooper retomó la siempre problemática noción del salvaje noble, principalmente en El último de los mohicanos, cuya pareja dispareja conformada por el cazador blanco y el indio Chingachcook, prefiguraría las relaciones fraternas de, por ejemplo, el Llanero solitario y su compinche Tonto, de Francis Hamilton Striker, u Old Shatterhand y Winnetou, de Karl May).
            Incidentalmente: El último de los mohicanos se adaptaría al cine en 1992 por Michael Mann, como parte de la patada de ahogado que viviría el género a principios de la década de 1990 (que también vio Danza con lobos, en 1990, y Unforgiven, de 1993). Aunque la televisión acabó con el boom del western en el cine de los Estados Unidos, a finales de la década de los cincuenta la programación norteamericana tenía al menos 10 títulos que eran del género –por no hablar de su presencia en otros medios de menor alcance, como el cómic, o las posteriores bastardizaciones que, inevitablemente, también terminarían por llevar, una vez más, a las masas de vuelta al cine (esencialmente, el spaghetti western, en la década de los setenta, y que sería responsable de encumbrar a la última estrella del género, Clint Eastwood).
            Fue en la década de 1990 cuando me percaté por primera vez de la existencia del Libro vaquero. Ciertamente no fue la primera vez que escuché de ellos y seguramente tampoco la primera en que los vi (como he dicho, su presencia en los kioscos de periódicos mexicanos ha sido, al menos a lo largo de mi vida, prácticamente omnipresente) pero sí fue cuando les presté atención. Estudiaba apenas mi segundo año de preparatoria y algo similar a una especie de conciencia, acompañada de las primeras punzadas sexuales dirigidas, se apoderaron de mí. Me encontraba, recuerdo, en algo que en mi escuela se llamaba “asesoría académica” (una entrevista con nuestro tutor particular donde se revisaba nuestro progreso escolar) cuando una serie de historietas emergió del cajón de mi profesor de preparatoria. Mi maestro de lógica y ética, a saber. He olvidado de qué hablábamos pero recuerdo que me las mostró como una especie contraargumento –estábamos, seguramente, discutiendo sobre la noción de alta y baja cultura. De tal modo, me doy cuenta ahora, de que la persona que me enfrentó a la historia del pensamiento clásico por primera vez, fue también la primera en enfrentarme, seriamente, a algunas de las producciones más bajas del pensamiento. Pues, atención: El libro vaquero está caracterizado por enaltecer pasiones, y no precisamente ideas. Quizá una de las razones por las que me mostró aquél grupo de historietas (entre ellas, en efecto, El libro vaquero, pero también algunas de aún peor calidad) fue para escandalizarme. Todo debe decirse: yo estudiaba en una escuela católica, privada, a cargo de la prelatura laica del Opus Dei, sólo para varones. Pero mi profesor era un buen profesor. De algún modo me estaba diciendo que era necesario que siguiera embebiéndome de los clásicos y de la historia del pensamiento filosófico, pero, a la vez, no podía olvidar que existía un presente, acompañado de sus correspondientes producciones culturales.
            Ciertamente el género de la historieta mexicana tiene sus limitantes y puntos flacos, pero a la vez son los que los han hecho populares. ¿Qué dice, pues, la popularidad del western de nosotros? Personalmente, nunca he encontrado mucho placer en las obras que habitan cómodamente géneros establecidos: lo que ha sido producido con facilidad, se consume con facilidad. T.S. Eliot señaló alguna vez que un artista crea el gusto por el cual será disfrutado. Me temo que si vamos a buscar un buen western, no podemos volver nuestros ojos a los argumentos propuestos por El libro vaquero, esencialmente porque el interés principal de este producto no radica en renovar el género sino en atenerse estrictamente a sus tópicos (si sirve el formato y el argumento, ¿para qué cambiarlo?). De acuerdo con el escritor de westerns Frank Grüber (1904-1969), quien también escribió historias de detectives, los tópicos del género son: la historia de los indios y la caballería; la historia del Union Pacific o Pony Express; los hombres que regresan a su tierra; la historia del imperio del ganado; la historia del Hombre de Ley; la historia de venganza; la historia del bandolero.
            Sería injusto, sin embargo, afirmar que El libro vaquero mexicano no ofrece diferencia alguna de los argumentos que poblaron las novelas decimonónicas dedicadas al tema: finalmente, colocó en su centro a la mujer y al sentimiento del vaquero. Se añadió así su figura a la de los héroes, los bandoleros, los indios y la gente del pueblo, personajes poseídos por características como una energía inexhaustible, experiencia práctica y un marcado sentido de individualismo. En suma, en hacer del western un melodrama, con narrativas amorosas. No es la primera vez que dos géneros se encuentran (el western ha tenido sus roces, en repetidas ocasiones con la ciencia ficción y la fantasía, por ejemplo, y, ay, con el musical, como en las películas de Gene Autry, para algunos el nadir del género).
            El libro vaquero, además, consiguió superar el dañino punto de vista maniqueo que caracterizó al género durante mucho tiempo, a causa de la influencia del alemán Karl May. La producción de May (1842-1912) fue notable: 60 novelas entre 1875 y 1910, todas ellas alrededor del explorador germano Old Shatterhand que, como señalamos ya, habría de encontrar la amistad del príncipe apache Winnetou. May, como ha apuntado Maria Hummel, dividió a sus personajes entre blancos buenos y blancos malos, indios buenos e indios malos. Generalmente en sus historias resultaba que los indios buenos solían ser de origen germano, mientras que los indios buenos habían caído bajo el influjo de los misionarios teutones. El núcleo moral de su historia era este: los que saben, los sabios, deben regir sobre los ignorantes. Una certeza peligrosa.
            ¿Debería sorprendernos que uno de los grandes lectores y fanáticos de May haya sido el fracasado pintor Adolf Hitler? Es sabido que en su librero, siendo dictador, tenía un lugar especial para la obra de May, cuya lectura recomendaba a sus oficiales como una especie de consuelo moral. Su arquitecto, Albert Speer, lo recordaría en su diario de 1960 de este modo: “Hitler se apoyaría en Karl May como prueba de todo lo imaginable, en particular la idea de que no es necesario conocer el desierto para dirigir tropas al teatro africano de la guerra; que gente completamente ajena, tan extranjera como los beduinos o los indios americanos eran para Karl May, podrían ser conocidas –su alma, costumbres y circunstancias- a través de un poco de imaginación y empatía, incluso más que los antropólogos que los habrían investigado en el campo. Karl May fue prueba para Hitler de que no era necesario viajar para conocer el mundo”. En efecto, May no habría de visitar América hasta tiempo después de que la mayor parte de su obra había sido producida (como ocurrió con el belga Hergé, creador de otro explorador popular de historietas, Tintín). 
            En un número de Kenyon Review de 1940, como también señala Hummel[1] el hijo de Thomas Mann, Klaus, señaló que lo que Hitler más admiraba de Old Shatterhand, el personaje de May, era “su mezcla de brutalidad e hipocresía: podía citar la Biblia con la mayor soltura al mismo tiempo que jugueteaba con el asesinato; cometía las peores atrocidades con una conciencia limpia, pues tomaba por sentado que sus enemigos eran de una ‘raza inferior’ y, por tanto, apenas humanos”.
            Este es precisamente el error al cual nos exponemos al atender El libro vaquero. Comparado con otras obras culturales, menos vinculadas con el mercado, ¿es una obra menor? Sin duda: se trata de una producción vulgar, son historietas con sentido social, productos culturales tratados comunalmente y que no son leídos precisamente porque sigamos a un autor. Puesto así, en rigor, no suena tan mal. Sentido social. Comunión. Poca atención al individuo. Ahora, un peligro: en su estado actual, regido por el mercado, El libro vaquero ofrece el placer indirecto de experimentar comportamientos antisociales (asesinatos, violaciones, venganzas, en fin, las pasiones tristes) en un formato que, esencialmente, es conservador y mantiene el status quo (la naturaleza invariable de la trama y los personajes, sus fórmulas que en rigor se encuentran en conformidad con modelos precedentes)[2]. Pero nada nos obliga a permanecer en la disyuntiva de ser un idiota (en el sentido de consentir el presente sin criticarlo) o un idólatra (que se postra ante las grandes obras del pasado, tratándolas con el respeto que se debe en un mausoleo). Es posible intentar ver por encima del vínculo que tiene este material con su mercado.
            Durante más de tres décadas El libro vaquero continúa la trama que se disparó a partir del punto de inflexión que supuso para la censura el western The Outlaw (1943) de Howard Hughes. Pero, al mismo tiempo, padece de los pocos escrúpulos que tuvieron ciertos editores, quienes de algún modo han explotado ese punto de inflexión hasta sus últimas consecuencias, vendiendo franca pornografía. Pero, ah, lentamente incluso la pornografía se vuelve parte de la corriente dominante. Pascal Bruckner, englobando no sólo a las historietas sino a las novelas de detectives, la música rock, la ciencia ficción, pero también a la moda y la publicidad, ha señalado (con un ánimo provocador) que “la era moderna parece haber mantenido a raya, ad infinitud, los límites de la abyección y la estupidez, pero de una estupidez que es irrefutable pues ahora posee la profundidad de un abismo, y la norma es la seguridad en uno mismo. Dado que ninguna clase o élite posee la capacidad de terminar los cánones de la elegancia o la decencia, se ha dado rienda suelta a la subcultura mercantilista dirigida por los medios para imponer sus aproximaciones, su reduccionismo, su tontería”.
            ¿Pero es esto cierto? ¿Ninguna clase posee la capacidad para determinar los cánones de la decencia? ¿Estamos condenados, como Leoncio, hijo de Aglayón, a mirar la podredumbre como si no tuviéramos control sobre nuestros ojos? ¿Qué supone controlar nuestros ojos? Creo, en suma, que la apetencia puede ser saciada al mismo tiempo que se presta atención. En mirar lo que deseamos no necesariamente se encuentra la condena de transformarnos en bestias. Se debe poner atención a productos de la “baja cultura”, como El libro vaquero, incluso si ello supone inyectarle dosis de aristocracia (¡el peligroso gobierno de los mejores!). En suma, ser sus contemporáneos y enjuiciarlos.



[1] Cfr. Hummel, Maria, “The Apache, the Thief, the Führer, and the Philosopher” en The Believer, no. 48, octubre, 2007,
[2] Esta idea es explorada a conciencia en el cuarto número de The Imp, de Daniel Raeburn, dedicado principalmente a las historietas pornográficas que surgieron con el éxito de El libro vaquero. Aunque ofrece un argumento apurado, es interesante la relación que ofrece el crítico entre estas historietas y el origen mestizo del pueblo mexicano. Cfr. danielraeburn.com




Tuesday, July 17, 2012

Raffaelo's, un lugar fino

Un anuncio en el canal del MetroBus para una restaurante de comida italiana. Conozco ese restaurante, me percato. Lo conocí, mejor dicho. Esto cuando vi el anuncio, mi cabeza momentáneamente forzada a abandonar la concentración en la cual se encontraba, atraída irremediablemente por el comercial. Fue de niño, una tarde en la que se había pasado más tiempo del debido en una casa ajena, la de un amigo. La estancia prolongada exigía la invitación: ¿nos quieres acompañar a un concierto? Era costumbre del padre de mi amigo escuchar música clásica en la UNAM, tenían planeado ir esa noche, fuimos. Por supuesto, he olvidado qué escuchamos. Pero recuerdo, en cambio, que su padre vestía traje y que nos llevó a cenar al restaurante de comida italiana que ahora se anuncia en el MetroBus. Durante la cena comí por primera vez setas salteadas, me impresionó el platillo, el modo en que se presentaba, cómo sabía, la familiaridad con la cual mi amigo me lo ofrecía, siendo ignorados por el padre y sus amigos, con quienes discutía -y discutió toda la noche- a propósito de lo que recién habíamos escuchado en la UNAM. Se podía discutir sobre música, descubrí, al tiempo en que comía setas salteadas. Reían. El anuncio del restaurante: un hombre disfrazado de Sherlock Holmes pregunta si conocemos Raffaelo's. De inmediato, un salto lógico imposible de seguir presenta a un comensal en el restaurante a punto de ingerir pasta cuando una mujer curvilínea se detiene ante él. El comensal abre la boca, sorprendido, como si estuviera no ante una mujer sino ante un círculo cuadrado. Aprovechando el estupor, la mujer come de la pasta ajena. Se inclina innecesariamente para hacerlo. Es considerablemente más joven que el comensal, un viejo rabo verde. La cámara sigue las nalgas de la mujer mientras abandona el lugar del crimen (convertidos entonces, los espectadores, en un público vulgar) afirmando que la comida en este restaurante donde conocí que podían sostenerse discusiones estéticas, está buenísima. ¿Qué fue lo que pasó?

Thursday, July 12, 2012

Verdugo

En mi sueño escuchaba a un comentarista en la radio, estaba indignado, se preguntaba si nadie haría algo por el "asesinato" de un orangután. Me preguntaba, en la realidad de mi sueño, si no se estarían refiriendo al orangután que vivía conmigo. Encontraba entonces huellas, provenían, húmedas, del baño y me conducían a la cocina, donde encontraba el cuerpo. El asesinato, de acuerdo con la voz radiofónica, había sido perpetrado por un miembro del Partido Verde Ecologista. Lo denunciaba. Peña Nieto se encargaba del caso. Lo acompañaba la Gaviota. El culpable les acompañaba, a su vez acompañado por su novia. El culpable era rubio. Todos sonreían.

Al despertar, contrario al consejo de Walter Benjamin que dicta no contar sueños antes de desayunar, se lo conté a O., el orangután que vive conmigo. Su dictamen fue: "Te van a hacer pendejo".

Monday, July 02, 2012

Me pasó algo

De tal forma que hace unos días nos encontrábamos en la carretera. Platicábamos, llovía, yo manejaba, el perro se detuvo, asustado, unos 120 km por hora, quizá más, fue rápido, di un golpe de volante, no recuerdo haber pensado algo ("afortunadamente no viene nadie del lado contrario, puedo cambiarme de carril") pero sí sé que guardé silencio y que hubo un momento de concentración, fugaz e intenso, tan intenso como no lo he tenido en un buen rato (al día siguiente me levanté adolorido), el automóvil se salió de mi control durante un momento, el ruido que hacen las llantas cuando derrapan, el peso del coche autocorrigiéndose, estar alerta al movimiento que dieron los contenidos en la cajuela, dentro de la cajuela, y de pronto, de nuevo, en el carril correcto. ¿Estás bien? Mi mano, buscándola. Sí, estoy bien. Y esto fue el pasado 23 de junio, nos dimos cuenta hoy, la noche de la Fiesta de San Juan, también conocida como una noche de aquelarre, y pensamos, curiosas travesuras, curiosas travesuras.

Tuesday, May 29, 2012

He estado soñando con.

Saturday, May 26, 2012

Lista

Writing Succesful Self-Help and How-To Books (1997).

How to Write a Bestselling Self-Help Book: The 69 Fatal Mistakes You Should Avoid (2002).

How to Read How-To and Self-Help Books: Getting Real Results from the Advice You Got (2003).

How an Idiot Writes a Self-Help Book (2004).

Friday, May 25, 2012

Entretenimientos de David Markson

Hace poco escribí este texto, en el sitio de La Tempestad, a propósito del ciclo de novelas «tercamente intertextuales y de sintaxis interconectiva críptica» que Markson escribió hacia el final de su vida.



En el número actual de La Tempestad (en imagen) pueden encontrar el ensayo "David Markson: una apreciación", de María Helena Barrera Agarwal (a quien pueden seguir acá). En dicho ensayo, entre otras cosas, Barrera escribe sobre las novelas (o "entretenimientos") que Markson escribió al inicio de su carrera como escritor, en torno al detective privado Harry Fannin: "...dos novelas de trama detectivesca que publicó con Dell, una editorial de pulp fiction -que conocía a fondo por haber trabajo en ella. Décadas más tarde, Markson calificó esos libros como entretenimientos, fruto de necesidades económicas más que de un designio autoral. A pesar de esa apreciación, aún la lectura más superficial de esas obras -Epitaph for a Tramp (1959) y Epitaph for a Death Beat (1961)- deja entrever niveles de signifcado que sobrepasan el género al que están nominalmente adscritas".



María Helena tuvo la amabilidad de enviarme una copia del volumen que reúne estas dos novelas, relanzadas en 2007 por Shoemaker & Hoard. No es la única novela de crimen que escribió Markson (posteriormente, en 1965, escribiría Miss Doll, Go Home) pero sí las que giran en torno al detective Harry Fannin. Como escribe María Helena en su texto, "Harry Fannin, el detective que protagoniza ambas hsitorias, es el catalizador de citas y comentarios eruditos, a veces obvios, a veces disimulados en alusiones, siempre inmersos en un humor punzante", el mismo tipo de material al cual volvería, con ahínco, en su último ciclo de novelas. Son, sí, novelas entretenidas pero que, incluso cuando fueron de algún modo minimizadas por su autor, no dejan de ser parte de su obra. Recomiendo.

Tuesday, May 15, 2012

Meditar durante una emergencia

Las líneas ascendentes y descendientes de una fractura, cayendo en picada para levantar el vuelo de inmediato, un zigzagueo que se repite sin clemencia. Una dentadura afilada, el sedimento en los bordes, un páramo seco atravesado por las líneas caligráficas. Se movió. La placa tectónica, quiero decir. No se moverá ya. La polvareda se asienta. Me parece que soy poco difícil. Que merezco amor inconmensurable. Pero es una apreciación. Y como tal, debería ser cuestionada. Un narrador poco fiable. Resquebrajándose a su paso, el suelo a la sombra de lo que avanza.
Pero no está muerto si palpita.
Hojarasca.
Rebaba.
Bordes terrosos.
Duran, ligadas, las relaciones, religare; los vínculos sólidos, bajo el manto acuoso de nuestra vida.
Esto lo sabías ya, nada permanece estable pues no es la naturaleza de esta existencia que te fue concedida. Esta existencia, ¿te fue concedida?
La enfermedad y la muerte. Un puño sucio.
Apenas comienza la tarde. Y ya estás cansado. No estés cansado. Apenas termina el mediodía.
Sobrios y despiertos, Guillermo.

Thursday, May 10, 2012

Sismóloco

Escribí esto para Residente.

P.S.U.

Para su información: una de mis pesadillas recurrentes es que falto a clases y que, por tanto, no cumplo los créditos necesarios para titularme. Invariablemente en los sueños pienso "en fin, esto ya se arreglará por sí solo". Pero no me abandona la sensación de angustia. ¡Infórmense!

Wednesday, May 09, 2012

Mano

Anoche durante mi sueño recordé que alguien había dicho que si uno miraba su mano durante un sueño conseguía experimentar un sueño lúcido. Estaba teniendo un sueño inquietante -aunque no diría que era una pesadilla. El sueño que estaba teniendo cuando recordé esto ya era lúcido (no entiendo, de cualquier modo, cómo podría uno obligarse, durante un sueño, a "mirarse" la palma de la mano soñada a menos que ya experimentara un sueño lúcido). Durante el sueño, sin embargo, me pareció lógico que debía ver mi mano así que me obligué a ello.
Desperté.
O creí que había despertado. En realidad desperté más tarde.
Mi sueño involucraba videojuegos, una especie de academia militar, ratas y el embarazo de la esposa de un amigo.

Friday, April 27, 2012

Historia del sueño

Anoche soñé que visitaba una costa en compañía de mi padre y mi hermana mayor. La costa estaba construida en parte a partir de mi memoria de San Sebastián, donde se encuentra el Peine del Viento de Chillida. Sólo que en lugar de la escultura se había erigido una torre, una especie de faro, contra el cual chocaban las olas. Acordaba con mi padre y mi hermana que los vería en la torre para presenciar un atractivo turístico, ellos llegarían caminando y yo nadando. Al llegar a la torre me avergonzaba un poco porque mis ropas estaban mojadas. El espectáculo era musical pero además acompañaba el movimiento rítmico de los patrones de madera que cubrían los muros (que se asemejaban al Espacio de Experimentación Sonora del MUAC). Tengo vagos recuerdos de otros elementos del sueño, como una ciudad amurallada pero no recuerdo otra "trama".

Friday, April 13, 2012

La suerte está tirada

Anoche soñé que un chino me invitaba a jugar ruleta, en un casino. Perdía la mitad de mi dinero. Le aposté al nueve morado. Era una ruleta que tenía morado. No perdía todo mi dinero porque justo antes de hacer la apuesta, retiraba la mitad. Pero inmediatamente después de que perdiera el dinero, un terremoto. Salía del edificio. Así, perdía todo mi dinero, olvidado sobre la mesa de apuestas. Quizá soñé eso porque la noche anterior, en la oficina, había estado tirando dados. Tengo un par de dados, me los regalaron hace unos dos o tres años. Uno tiene preguntas y el otro números, pero el que tiene números en lugar del número uno tiene una calavera. Las preguntas son ¿qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo? y ¿quién? Desperté como a las 6:30. No sería hasta más tarde que me enteraría de que había temblado en la madrugada. Lo cual me sorprendería porque lo que leí al despertar, sin poder dormir (nunca despierto, o casi nunca, a las 6:30), fue el capítulo de Que el mundo me conozca de Hayes (que sacó recientemente La bestia equilátera) donde el narrador recuerda el primer beso que le dio a la mujer, sentados en un automóvil, como si nada, durante un terremoto.

Wednesday, April 11, 2012

Aquí se escupe en castellano

Reviso mi cuenta de correo electrónico. (Mi “inbox”, dirían algunos, te envié un “mail”, anuncian otros). Encuentro mensajes de amigos pero también invitaciones relacionadas con el trabajo. “Save the date”, me imploran. Lo extraño es que se trata de una invitación para un evento a realizarse en México, un correo enviado desde alguna oficina mexicana, con seguridad redactado por una persona cuya lengua materna es el castellano y no el inglés. ¿Por qué entonces “save the date”? Es una fórmula, cierto. Pero, ¿es más fácil decir eso que, por ejemplo “aparten la fecha”? Sospecho que no es utilidad lo único que ve la gente cuando deciden reproducir fórmulas en inglés. Sospecho, para decirlo pronto, que con ello revisten su lengua de algunos elementos que, imagino, consideran atractivos. El hilo negro: Creen que si la gente lo lee y escribe en inglés es porque se trata de algo con prestigio (tiene más “punch”, es más “cool”). ¿Es siempre el caso? Quizá en realidad la gente (la misma que confunde “crédulo” con “ingenuo” o “bizarro” con “extraño”) piensa en fórmulas en inglés porque fueron criadas por sistemas más efectivos que los educativos (los de la publicidad y el entretenimiento).
Pero no quisiera seguir por este lado –el uso común del inglés en el mundo laboral, donde se imponen frases hechas y expresiones sucintas- pues en realidad es tan idiota despreciar una lengua como lo es despreciar la otra: la vida de una lengua no está sino en el modo en que la usamos. (No teman, que aquí no apuraré un argumento donde concluya que deberíamos empezar a doblar todas las películas al castellano, por decir algo; no somos bárbaros, ni españoles). Se sabe, comparar lenguas es como comparar palas: la cuestión es qué uso les damos. ¿Hablas cinco idiomas? Bien. ¿Dices algo inteligente en alguno de ellos?
Quizá no somos tan vehementes en la defensa de una pala como en el de una lengua pues en aquellas rara vez depositamos sentimientos como la nacionalidad o la familiaridad.
Pero ah, otra sorpresa, no es la utilidad tampoco la principal virtud que algunos reconocemos en el lenguaje (es, apenas, una condición de posibilidad): también pueden ser bellos, dependiendo del ingenio con el que los tratemos. Goethe lo decía así: «El hombre ingenioso amasa su material léxico sin preocuparse de los elementos que lo componen; el carente de ingenio bien puede hablar con pureza, pues no tiene nada qué decir». La poesía y el habla apasionada son las únicas fuentes de las que brota la vida de nuestra lengua, decía Karl Kraus (atendiendo inteligentemente la cuestión de la defensa de la lengua).
No tengo interés en defender la pureza del castellano correcto. En general, creo que conviene alejarnos de cualquier aspiración a la pureza. Pero no deja de ser despreciable el modo en que nos sometemos a ciertos anglicismos pues revelan nuestro sometimiento al lenguaje publicitario. ¿Para qué usar extranjerismos cuando no son necesarios? Se puede decir adiós en lugar de “bye”.
¿Normas sobre cómo hablar? ¿Palabras a evitar? La tentación es grave. Me asalta continuamente. Pero, en realidad, no hay poder que pueda erigirse como autoridad sobre el uso que le damos a nuestra naturaleza –que es la palabra. Ni siquiera la razón, pues el habla es algo más que estructuras lógicas. Hablan de dónde viene uno y, a menudo, de a dónde podemos ir. ¿Pero qué horizonte nos espera cuando reproducimos las fórmulas con las que se nos invita a la distracción y al consumismo? Atención.

Sunday, April 01, 2012

Leer

Leo La soledad del lector. Escribe Markson:

En 1959, en Ciudad de México, el Lector se topó con un Ulises de Shakespeare and Company a pocos centavos en un mercado de pulgas. La tapa estaba descolorida y despegada, le faltaba el lomo y la contratapa. Tampoco era una primera edición.
Aún así.

También:

Malcolm Lowry: Tengo una historia divertida para contarte, de algo que sucedió cuando no estabas.
Protagonista: ¿Sucedió? Ah, carajo, se huele en todo el departamento. ¿No te habrás tomado mi loción de afeitar?

También:

Donald Barthelme: Cuéntame en qué has andado.
Protagonista: Lamentarás haberlo preguntado. ¿Te cuento de la operación por cáncer de pulmón que acabo de pasar o de la de cáncer de próstata que me están por hacer?
Donald Barthelme: Habla. Y después yo te cuento de mi cáncer de garganta.

***

No he comido por leer. Excepto dos tazas de café. El departamento huele a la comida que están preparando en otros departamentos.
De pronto, recordar que en I. Stephen Dixon hace que su personaje tome sopa miso mientras lee el obituario de Fels, trasunto de William Gaddis. Afirma el protagonista que la sopa miso ayuda a prevenir el cáncer de próstata.
De lo que murió Gaddis.
De pronto recordar también al compañero de escuela cuyo padre mató de un tiro a su mujer y después a su hermano y después se mató él. Dejándole al compañero de escuela, de quien ya no sé nada, antes de que cumpliera los once años, la tarea de subir las escaleras tras oír los disparos y descubrir los cuerpos.
Algo similar, anota Markson, le sucedió a Conrad Aiken.

Wednesday, March 28, 2012

Soledad

2:29 a.m. La televisión del vecino encendida. Eso o una voz fantasmagórica que no para. Conozco el tono y el ritmo, el mismo con el que se venden cosas. Con el que se satura el espacio. Es una voz femenina, lejana, como si fuera alguien hablando bajo el agua. Pero su velocidad, inhumana. Pentecostés. De tal forma que ahora mismo que no puedo dormir una voz acusmática me acompaña, la voz del mercado y el entretenimiento, de la televisión encendida en la madrugada. Mi vecino es sordo, viejo y vive solo. Hemos tenido juntas vecinales en las que, en voz baja, hemos discutido sobre las responsabilidades que tenemos hacia él, dado que es una persona mayor que vive solo. "Su hija viene a verlo una vez al mes", dice una inquilina. "Un día pasé por su departamento, la puerta estaba cerrada, y él estaba tirado sobre la alfombra. Me asusté mucho", dice otra. Es traductor. Usa un aparato como el que usa aquél personaje en la novela de Yates, el que lo apaga al final para dejar de escuchar la voz chillona de su esposa. ¿Como una voz que habla del subsuelo marino, es como suena la televisión, a esta hora? No notaré cuando se haya callado, la televisión. Estaré dormido. Creo que él ya duerme. Gente que enciende aparatos para no sentirse sola. Dice Guillermo, escribiendo esto, a las 2:35 a.m.

Thursday, March 22, 2012

Listado incompleto

Me hubiera gustado haber leído a los griegos antes de la preparatoria. Me hubiera gustado no haber leído nunca a Chuck Palahniuck, a pesar de que lo disfruté en su momento. Me hubiera gustado haber leído el Quijote entero. Me hubiera gustado haber leído el Ulysses entero. Me hubiera gustado haber leído lo que leí de Beckett antes. No me arrepiento de no haber leído a Paz. No me arrepiento de no haber leído tanto a Borges pero sí me arrepiento de haber leído tanto a Cortázar. Me arrepiento de no haberme interesado más en Hegel, en su momento. No me arrepiento de haber estudiado tanto a Aristóteles pero sí en no haberlo estudiado más. Me arrepiento de no haber leído a Schopenhauer. Me arrepiento de haber leído lo que leí de Nietzsche. Creo que debí leer más a Kierkeegard. Quizá debí leer menos de lo que leí de Heidegger, pero no estoy seguro. Quizá debí haber leído menos cómics. Ciertamente debí haber visto menos televisión. Mucho menos. Me arrepiento de no haber visto tanto cine. Me arrepiento de no haber escuchado tanta música. Me arrepiento de haber escuchado tanto rock. No me arrepiento de no haber terminado de leer Cien años de soledad. Me arrepiento de no haber leído a Shakespeare, pero me da gusto que ahora puedo hacerlo. Creo que debí haberme interesado antes por pensadores de izquierda. No me arrepiento de no saber prácticamente nada de filosofía analítica pero sí de no haber estudiado a Wittgenstein, ¿por qué ocurre eso? Me hubiera gustado haber descubierto a David Foster Wallace antes que a Dave Eggers. Me hubiera gustado haber descubierto a Houllebecq antes que a Brett Easton Ellis. Me hubiera gustado leer a Cicerón. Me gustaría terminar de leer la Historia de Heródoto. Me arrepiento de no haber estudiado suficiente historia. No me arrepiento de no haberme interesado nunca por algún deporte competitivo. Lamento no tener aptitudes científicas. Me hubiera gustado haber leído más poesía.

Wednesday, March 21, 2012

Hace rato que platicaba con Óscar

-¿Supiste que el temblor lo causaron los gringos?
-No sabía, no mames.
-Sí, con su máquina esa que tienen en Alaska, el Haarp.
-Ah, claro. ¿Y crees que lo hayan hecho para causarle más cáncer a Chávez?
-No, no creo.
-Oye, pero, ¿no crees que eso es así como que una mamada?
-Sí, por supuesto.
-Claro.
-Fueron los mayas.
-Es lo que yo digo.
-...
-Oye pero, ¿qué no se murieron los mayas?
-No. Viven en otro planeta.
-¿En Mayatón?
-No seas pendejo. Es otro planeta.
-¿Cuál planeta?
-No mames, ¿cómo voy a saber yo? Pero es un planeta mejor que este. Con pirámides.
"Este planeta tiene pirámides", pude haber dicho, para seguir con la conversación, pero hice como que me distraje, hace rato que platicaba con Óscar.

Leyendo a Lydia Davis

Cuando me enteré de que mi hermana estaba embarazada estaba sentado en la sala de la casa de mis padres. Esto ocurrió hace múltiples meses. Mis padres estaban ahí, también mi cuñado y mi otra hermana. La felicitamos y abrazamos, fue una ocasión alegre. Estaba pensando en eso hace rato que estaba solo, en el cuarto del departamento que rento, mientras leía "Glenn Gould", un cuento de Lydia Davis. Había leído tres cuentos más pero no fue hasta que leí ese que recordé el día en que mi hermana anunció que estaba embarazada de su primer hijo. Creo que lo recordé porque es el tipo de cosas en las que me hace pensar Lydia Davis cuando la leo. Otro modo de decir esto -aunque quizá no sea claro por qué- sería: cada que leo a Lydia Davis me dan ganas de escribir, de tal forma que regreso a la cantera de experiencias que tengo -rica o no- para tratar de crear a partir de ellas algo.
Alguna vez leí que esto es precisamente lo que hacen los malos artistas, retomar elementos particulares para hacerlos universales. He olvidado dónde leí esto. Algo que, por supuesto, no es verdad.
O que quiero creer que no es verdad.
En cambio recuerdo bien que fue a partir de su vida, y las cosas más particulares (como el haber pasado horas inspeccionando el feto de su hijo abortado espontáneamente), de donde James Joyce creó su obra.
¿Fue James Joyce o Samuel Beckett quien corregía sus libros incluso después de haber sido publicados? ¿O fue Valèry? Es alguna otra cosa que leí por ahí, una anécdota curiosa que revela un carácter. Creo que fue Valèry. Se cuenta incluso que alguna vez, asomándose a un libro abierto a través del escaparate de una librería, comenzó a corregirlo -en su cabeza. Un libro que no era suyo, quiero decir. Cómo fue que se conoce esta historia es algo que ignoro. No me gusta concluir que fue Valèry quien se la contó a alguien más pues sería descubrir que se trataba de un escritor en cierta medida vanidoso.
Pero la vanidad puede ser motor de la literatura, me digo, haciendo eco de alguna otra cosa que leí en algún lugar alguna otra vez.
Los cuentos que leí hace rato, durante la hora y media que tengo para comer, los leí en los quince minutos que me restaban de la hora y media, una vez que hube lavado los platos y trastes que utilicé, tras haber cocinado una carne asada, un huevo frito, arroz y tomates. Los leí sentado en mi cama, después de haber descubierto que no tenía apetito para tomar la siesta que normalmente tomo. Mientras lo hacía, mientras leía, quiero decir, me percaté de que escuchaba una bomba de agua -es decir, el zumbido de una máquina. El ruido se hizo todavía más claro cuando, de pronto, se detuvo. Y como cuando escampa, parecía que había pasado mucho tiempo, entre la aparición del ruido y el sonido del día desocupado por el ruido de la máquina.
En el cuarto contiguo dormía Óscar, un amigo con quien comparto departamento. En la sala dormía Monclova, su perra. Estaba de mal humor, Óscar, porque la perra había desconectado accidentalmente su computadora. Como la computadora está descompuesta de la batería, una vez que se desconectó dejó de operar y reproducir el video que Óscar estaba viendo. No pudo cargarlo de nuevo y se vio obligado a ver, en su lugar, las noticias. "No puedo comer sin ver algo", dijo, lo cual no es cierto, pero es cierto que quería ver ese capítulo de The River, lo que estaba viendo. Así que le gritó a Monclova y cuando yo le hice una broma me contestó también de mal humor. Pero estoy exagerando, pues en realidad me contestó fingiendo tener mal humor, sobre todo porque la broma que le estaba gastando (le estaba diciendo que era mi mejor y más fiel amigo, de todos mis amigos barbones, el mejor) la estaba haciendo con una voz chillona.
Otro de los cuentos de Lydia Davis que leí relataba el modo en que una persona constantemente pensaba en cómo sus sentimientos no eran lo más importante del mundo y que hubiera convenido no pensar constantemente en ellos. La persona que narraba relata entonces el modo en que, en efecto, algo así sería un verdadero alivio: no tendría que estar preocupada todo el tiempo por eso que sentía. Era un buen cuento.

Wednesday, March 14, 2012

Adopción plena y adopción simple

Quizá alguien pueda ayudarme. No estudié derecho y tengo, por decir lo menos, muchas lagunas. Pero algo me llamó la atención, un argumento. En su libro Derecho de familia (2011) Fausto Rico Álvarez, Patricio Garza Bandala y Mischel Cohen Chicurel, argumentan que la adopción plena es más justa que la simple porque la plena se asemeja más a la descendencia natural. La adopción simple es, hasta donde alcanzo a comprender, una relación entre el adoptante y el adoptado, una relación jurídica que no involucra necesariamente a alguien fuera del círculo nuclear de dicha familia (es decir, no establece vínculos jurídicos fuera de los padres y el hijo adoptado; no obliga a tíos o abuelos jurídicamente), mientras que la plena sí crea relaciones jurídicas hacia el resto de la familia. Pero los autores hacen algo curioso en su libro: para considerar más justa la adopción plena argumentan que en las relaciones cosanguíneas naturales nadie va y le avisa, fuera del núcleo familiar, al abuelo o al tío que ya se jodió y ya es abuelo y tío, sencillamente ya se jodió, por ponerlo en otros términos. Es decir: los lazos sanguíneos poco toman en cuenta las relaciones afectivas, simplemente son establecidos por la biología. Del mismo modo, la adopción plena no necesita del consentimiento de aquellos para extender obligaciones jurídicas con el adoptado. Lo reconocen como nieto o sobrino y ya. ¿Por qué es esto justo? Porque de otro modo, argumentan los autores, esto implicaría que el modelo del que lo toman (el natural) sería injusto.
Pero quizá los autores olvidan algo: que la vida sí es injusta.
¿No es esto lo que se conoce como una falacia naturalista? ¿Creer que la naturaleza debe establecer los órdenes morales en la sociedad?
Creo que se necesita de un mejor argumento para defender la adopción plena. Que, en rigor, afectivamente, pues, me parece muy bien; está bien que el adoptado tenga más seguridad. Pero no por esas razones.
En fin, quizá alguien pueda esclarecerme esto.

Monday, February 27, 2012

Lista

Más o menos recientemente, entre los libros que empecé y no terminé de leer, se encuentran:

1. The Amazing Adventures of Kavalier and Clay.
2. Moby Dick.
3. Lacan: Los interlocutores mudos.
4. Saturnales.
5. La historia de Heródoto.
6. La filosofía, otra vez, de Badiou.
7. The Collected Stories of Lydia Davis.
8. Forty Stories, Barthelme.
9. El hombre sonriente de Mankell.
10. Lectores entre líneas, de Neige Sinno.

Definitivamente terminaré de leer: 2, 7, 8.
Me gustaría terminar pero no será pronto: 3, 4, 5, 6, 10.
Quizá no vuelva a abrir: 1, 9.

Monday, February 20, 2012

Lunes

Desperté. Me bañé. Me vestí. Desayuné. Cargué con la mochila. No desperté en mi casa, sino en casa de mis padres. Me despedí de mi madre. Me despedí de mi hermana, quien está de visita. No pude despedirme de mi sobrino, dormía. Tomé un jugo de naranja, vi un titular en el periódico (masacre en una cárcel), salí a la calle, rumbo al Metrobús. Me subí al Metrobús. Observé cómo una mujer apenas y podía sostenerse. Le señalé el lugar donde podría estar más cómoda. Era una mujer de edad avanzada, pequeñita, suéter tejido, pensé que quería llegar a viejo, pienso ahora que eso es lo que León Bloy definía como burgués, un cerdo que quiere morir de viejo, llegué a mi estación, después de leer algunas páginas de Los Living, compré un café, entré a la oficina, pensé en los cambios que han ocurrido en mi vida, que todo parece estar bien, encendí la computadora, recibí algunas noticias, saludé a todos, no en ese orden, trabajé, mandé correos, expliqué cosas, recibí personas, en la oficina, hubo confusiones, hubo aclaraciones, vi a Monclova, que estaba de visita, le di un abrazo, no quiso ser abrazada, Monclova es una perra, la perra de Óscar. Salí a comer. No en ese orden. Albóndigas. Sopa de pasta. Recalentado. Descansé. Leí un rato. La siesta. De vuelta a la oficina. El cielo, soleado. Leí y corregí textos. Gasté bromas. Fui el objeto de bromas. No en ese orden. Platiqué con ella, brevemente. Apenas y me dio tiempo para pensar. Pero pensé, momentáneamente. Pasó el día, llegó la noche, la bicicleta de vuelta al departamento. Llamadas telefónicas, personas que no contestan. Lecturas. Suspiros. Suspiros como de novelas malas. Comezón. Cena. Quesadilla con jamón y mantecadas y un licuado de plátano. No en ese orden. Poca cosa. Buenas cosas. Apenas es lunes. Cumpliré treinta años. Este año.

Conmovedor

El sitio en línea de la RAE define conmovedor como un adjetivo, dícese de lo que conmueve. "Conmueve", sin embargo, no aparece en el sitio en línea de la RAE.

Hace rato encontré al conmovedor en la red.

Tuesday, February 14, 2012

Fragmento de conversación con Nicolás Cabral

Guillermo Íñigo says: (12:53:11 PM)
¿Ves que Gadda y Sada usaban los dos puntos de un modo peculiar?
Nicolás says: (12:53:22 PM)
Simón.
Guillermo Íñigo says: (12:53:46 PM)
Heródoto también lo hacía. En su segundo libro de su Historia, escribe: "En aquel nomo sucedió en mis días este prodigio: un cabrón se juntó abiertamente con una mujer: esto llegó a conocimiento de todos".
Nicolás says: (12:54:21 PM)
¿Y dice cabrón?
Guillermo Íñigo says: (12:54:25 PM)
Sí, por cabrío.
Guillermo Íñigo says: (12:54:33 PM)
Por el animal, pues
Nicolás says: (12:54:40 PM)
Ah, sí es como de Sada, eso.
Guillermo Íñigo says: (12:55:00 PM)
Estaban bien locos esos egipcios.
Guillermo Íñigo says: (12:55:25 PM)
Hay una cosa cagada, donde Heródoto explica que Pan y otra deidad eran representadas con cabras.
Guillermo Íñigo says: (12:55:30 PM)
Y que él sabía por qué.
Guillermo Íñigo says: (12:55:41 PM)
Pero añade que no le resulta agradable explicar por qué, así que no lo hace.
Guillermo Íñigo says: (12:58:42 PM)
Y el cerdo era un animal impuro: si lo tocaban, tenían que bañarse en el río, pero había criadores de cerdos, que no se casaban con nadie fuera de sus familias, ni era posible que entraran a los templos.
Guillermo Íñigo says: (12:59:09 PM)
Sin embargo, los usaban, a los cerdos, como sacrificio para sus dioses; y Heródoto sabía por qué los egipcios sacrificaban cerdos en ciertas festividades y en otras no, pero tampoco encontraba "conveniente referirlo".
Guillermo Íñigo says: (12:59:38 PM)
También explica que a causa de su indigencia, los egipcios pobres carecían de puercos para sacrificar, así que modelaban puercos de pasta, que cocían y sacrificaban.
Nicolás says: (1:06:24 PM)
Me parece fascinante el asunto porcino.

Monday, February 13, 2012

Obligación diaria

Tender la cama, plegando la sábana en la esquina para que la sábana se mantenga lisa.

Monday, February 06, 2012

Thursday, January 19, 2012

Fragmento de conversación

Marisol: Yo estaba viendo el video. Y luego vi que la gente se pelea en youtubis sobre si la version española es una mierda y se dicen racistas y cosas así de mucha maldad.
Guillermo: Es bien mala la gente.
Pero, sí sabes por qué, ¿no?
Deja te explico por qué. Nuestro cerebro es como... como una supercomputadora, ¿no? Pero ha sido corrompida con cierta información que no puedes ver, de la que no te das cuenta. Pero hay terapeutas que pueden ayudarte a ver esas cosas -que si fuiste un embarazo no deseado o si tu papá tuvo muchas mujeres... Mira, te voy a pasar un libro.
Se llama...
Marisol: ...
Guillermo: Dianetics. Está bien chingón. Lo escribió un científico.
Marisol: ¿Un científico? ¿Batman?
Guillermo: Te va a ayudar. Deja te presento a unos amigos. Es que está bien chingón porque todas las cosas que Freud creyó que existían... estos, mis amigos, ya lo han confirmado científicamente.
Marisol: ¿Y son muy exitosos?
Guillermo: Mira, en lugar de ir al cine vamos a verlos.
¡Sí, a huevo!
Marisol: ¿Pero qué vamos a hacer?
Guillermo: ¿Has visto una película que se llama Misión Imposible?
Marisol: Es que me da miedo. ¿Qué tal si se es como una secta?
Guillermo: ¿Ves? Eso es otra parte de esa información corrupta que ha dañado tu supercomputadora (cerebro). Es cierto que hay gente que cree en esas mamadas de la magia y la sectas y las religiones... pero lo chingón de mis cuates (auditores) es que son científicos. ¿A poco tú dudas de la ciencia? No, ¿verdad?
Marisol: No pues... creo que no.
Guillermo: A ver. Cuando sumas dos más dos, ¿cuánto te da?
Marisol: Pero, ¿seré lo suficientemente lista para ser de ese grupo?
Me da cuatro.
Guillermo: Yo creo que sí. ¿Verdad que siempre da cuatro? Eso es CIENCIA.
Marisol: ¡sí!
Guillermo: No es magia.
Marisol: :o! ¡Tienes razón!
Guillermo: No es "ay sí, tres personas en una". Eso qué.
Son HECHOS.
Marisol: Yo al principio... como que no te creía.
Pero si tienes razón.
Las pruebas son contundentes
Guillermo: Es que sí, no es de creer, no es algo de lo que yo te quiera persuadir, sólo te estoy mostrando la realidad.
Pero mira...
Si aún tienes dudas -que creo es normal- vamos a ver al auditor a ver qué pedo contigo, igual y sí tienes un pedo ahí y no puedes entrar, pero vamos viendo.
Marisol: Ojalá sí sea posible.

Saturday, January 07, 2012

Gaviotas

Van los Joyce, Stanislaus y James, caminando por la calle. En Dublín, me parece. Es como lo cuenta el biógrafo. Richard Ellmann, a saber. Y entonces Stanislaus observa unas gaviotas. Mentira, no era Stanislaus. Esto fue después. Fue uno de los amigos con los que James compartió, brevemente, vivienda en la torre. La torre con la cual inicia Ulyssess. Creo que esto es correcto. El caso es que alguien que camina con James nota unas gaviotas. Y James se detiene para observarlas. Dice: "Son bellas, pero voraces".
Leo a David Markson. Wittgenstein's Mistress, a saber. Tras una serie de pasajes en los que la narradora recuerda momentos sobre el genio humano, momentos pedestres, quizá deprimentes, sobre la historia del arte y el pensamiento, se detiene para afirmar: "Aunque lo que en realidad me gustaría saber es por qué todo esto me hace pensar en gaviotas". Y en seguida: "Ah, claro. Se debe a que las gaviotas son carroñeras, por supuesto." Y luego: "Cuando digo son, quiero decir fueron, naturalmente". Pues, claro, la narradora narra desde un futuro en el que ya no existen gaviotas. Ni otros animales. Ni otros seres humanos. Sólo ella y lo que alcanza a recordar, erróneamente o no, de la historia del pensamiento y el arte.
Hay un momento de la novela donde Markson, a través de su narradora, describe las ramas de un árbol muerto como "caligráficas".
Hay un momento del primer libro de Dave Eggers donde describe las ramas de un árbol (es invierno) como "caligráficas".
Es muy interesante, todo esto.

Sunday, January 01, 2012

James Joyce

Leo lentamente una extensa biografía de Joyce. Hasta ahora saco en claro que era un genio, que sufría, que pedía dinero, que tenían la mala costumbre de prestárselo, que hablaba mal de todos, especialmente de sus amigos, que se casó con una mujer que no tenía interés alguno en su obra, que él a veces resentía ello, que cantaba bien, casi tan bien como su padre, que era en muchas cosas igual que su padre, que su hermano, a pesar de sus tratos, le era fiel, que no era un cobarde, que era completamente impráctico, que daba clases, que bebía, que le gustaba la ópera, que le gustaba dar paseos absurdamente largos, que renegó de la Iglesia pero que aprendió mucho de los jesuitas, que amó y odió Dublín, que era un artista, que escribía como un endemoniado.